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David Schurmann: preservación de los océanos «se ha olvidado durante muchos años»

 25 octubre, 2025

São Paulo, 25 oct.- Las noticias sobre deforestación tienen su espacio en los principales medios de comunicación del mundo. Pero, ¿Qué hay de la preservación de los océanos?, reflexiona en una entrevista con EFE David Schurmann, director de la ONG Voces del Océano.

«El océano genera más oxígeno que todas las florestas. (…) y amamos la floresta, pero el océano quedó olvidado por muchos años» en el ámbito de la gobernanza global y la conciencia pública, afirma David, el segundo hijo de la familia Schurmann, famosa en Brasil por sus vueltas al mundo en velero.

«La gente te va a decir que es importantísimo cuidar los bosques para sobrevivir, incluso viviendo muy lejos» de ellos, pero eso «no sucede» con los océanos, que producen el 50 % del oxígeno del planeta.

El «olvido» puede explicarse con un dato: dos tercios de los océanos son aguas internacionales que no pertenecen a la jurisdicción de ningún país. Históricamente, estas zonas han sido tratadas como un bien común, sujetas a una regulación laxa o inexistente.

Fue en 2023 que se puso el broche de oro a casi dos décadas de negociación y se instauró el Tratado de Alta Mar, una herramienta clave para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14: la conservación y el usufructo sustentable de los océanos, los mares y los recursos marinos para 2030.

En un español que mezcla acentos de varias partes del mundo, Schurmann (51 años, Santa Catarina) reafirma a cada frase su optimismo inquebrantable, a pesar de que ha visto basura en los lugares más recónditos del globo terráqueo durante sus travesías.

Afirma que el océano “ya está comprometido”, pero que aún hay “esperanza”. Y ese halo de luz reside en las soluciones comunitarias, aquellas que ve al conocer distintas comunidades.

El paralelismo entre cuidar el océano y cuidarse a uno mismo se hace cada vez más visible, ya que «estamos viviendo todos los efectos» de la contaminación «dentro de nosotros».

En promedio, una persona puede ingerir aproximadamente cinco gramos de plástico cada semana, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito, asegura Schurmann. Y diversas investigaciones ya han alertado sobre la presencia de microplásticos en la placenta.

‘Soft power’ contra el «apocalipsis»

David embarcó a sus diez años a un velero que perseguía un sueño: dar la vuelta al mundo.

«Mis padres tenían ganas de conocer el mundo por el mar. Y en América del Sur no había una familia que haya hecho el mundo en velero todavía. Eso fue en el 84. Entonces, salimos con un plan de dos años… Y nos quedamos diez», cuenta.

Su familia se quedó una década, pero él no. Cuando el velero paró en Nueva Zelanda, David se bajó para estudiar cine, una disciplina que luego le sirvió para crear ‘O Mundo em Duas Voltas’ («El Mundo en Dos Vueltas», 2007), el documental sobre la primera circunnavegación de la familia.

Hoy divide su vida entre administrar la ONG y hacer películas, como «Mi amigo el pingüino» (2024), que representa «una nueva forma» de comunicar el cambio climático.

Este largometraje relata la historia real de un vínculo entre un pingüino que fue víctima de derrames de petróleo y un pescador.

«Este es el famoso ‘soft power’ que permite acercar a los negacionistas de una manera más amable para construir ‘un conjunto’ social, comenta David, quien cree que la «comunicación apocalíptica» sobre el medioambiente fue útil “para comenzar el debate”, pero luego fue contraproducente.

En parte porque generó un sentimiento de “ansiedad climática” e hizo que la gente se rehusara a saber más o se rindiera ante lo que parece una destrucción inevitable.

«‘Si no hay esperanza, para qué voy a cuidar el mundo’. ‘Pasa el tiempo y el mundo no se acaba’…», enumera, citando algunos de los argumentos del decir popular.

Esas frases, que por momentos parecen mero ruido, conforman los discursos de los principales líderes negacionistas del cambio climático, como Donald Trump.

David sostiene que estos tiempos representan «el último suspiro» de una ideología que «va a morir», y apuesta una ficha por las nuevas generaciones que, según él, vienen con otro ‘chip’.