El escritor Mia Couto denuncia que la guerra se ha convertido en una respuesta normalizada
 02 octubre, 2025
Madrid, 2 oct .- La prosa de Mia Couto está atravesada por la guerra. Como escritor, el mozambiqueño no es ajeno ni «indiferente» a un mundo donde parece que la guerra se ha convertido en una respuesta «normalizada, casi legitimizada», según afirma en una entrevista con EFE.
«Por desgracia la guerra se ha convertido en una especie de respuesta normalizada, casi legitimada, porque se ha creado un ambiente de no reconocimiento del otro como humano», afirma António Emílio Leite Couto (Beira, Mozambique, 1955) desde la biblioteca de la Casa América, en Madrid.
«Y en un momento de crisis, en el que tenemos la sensación de que el mundo se está terminando, es necesario encontrar un culpable, es necesario encontrar la salvación, y esto crea un clima propicio para una violencia legitimada», continúa Couto, uno de los grandes nombres de las letras de África.
Como escritor cree que no habría suficientes libros para todas las historias que aún le quedan por escribir ni temas que no pudiera abordar.
Pero en un mundo tan beligerante, un escritor o artista no puede ser «distante»: «No es posible ser indiferente a lo que está pasando en Palestina, a lo que está pasando en Sudán, a lo que está pasando en tantos lugares», dice.
«La experiencia que estamos teniendo ahora, en esto que no es una guerra, es un genocidio, es terrible», considera, refiriéndose a Gaza, y apunta con el dedo a la complicidad: «Europa ha perdido todo su derecho moral a hablar a los demás sobre lo que hacen mal porque la complicidad también es de Europa».
El problema de la desmemoria
Genocidios ha habido muchos en la historia humana: el del Congo provocado por la colonización belga, el de los hereros en la actual Namibia durante la alemana -más desconocido-, el «que eliminó prácticamente a los indígenas de América» por los españoles -más anterior-, y el de los judíos -más reciente-.
«Todo esto no puede ser olvidado, no para minimizar la tragedia que está ocurriendo hoy, sino para saber que no es una cosa de ahora», apunta Couto, que lamenta la desmemoria.
Este olvido deliberado provoca la sensación de apocalipsis, y eso, considera el autor de ‘Tierra Sonámbula’ y ‘Trilogía de Mozambique’, es «un peligro para las nuevas generaciones» porque construye la idea de que no vale la pena hacer nada en el mundo.
«Cada uno intenta refugiarse en su rincón, salvar su pequeña isla, y por eso es importante recordar, de una manera cautelosa, que siempre hubo guerras, hubo genocidios que fueron olvidados, que fueron ocultados y que ocurrieron hace muy poco tiempo. Para no crear esta idea de que en este mundo nunca estuvimos tan mal; siempre estuvimos mal».
La necesidad de múltiples identidades
Couto es hijo de un comunista portugués exiliado nacido en un país de mayoría negra, con «una identidad compartida entre lo masculino y lo femenino, entre lo europeo y lo africano, entre el científico y el creyente panteísta».
Por eso defiende lo peligroso que puede llegar a ser el término identidad y aboga por habitar las identidades múltiples.
Porque «si hay que escoger una, eso obliga a que los otros tengan otra; es una propuesta de frontera, y es lo que la extrema derecha intenta cuando habla de ‘nosotros los europeos’, ‘nosotros los españoles’, ‘nosotros pero los otros no'».
Y en ese sentido señala a África, y más concretamente a su país: «en Mozambique, no es un problema si tienes varias identidades religiosas, ni siquiera hay una palabra para decir ‘religión’. Las personas preguntan, ‘¿Dónde rezas?’ Y hay personas que rezan por la mañana en la iglesia, por la tarde en la mezquita y por la noche a sus dioses antepasados, y no hay conflicto. Por lo tanto, esa especie de viaje ontológico es lo que necesitamos: poder sentirnos a gusto en varios mundos que son nuestros».
Hacia la radicalidad
El libro que tiene ahora entre manos le dio «mucho miedo», pero no le frenó. A finales del año pasado, salió de Mozambique por la violencia postelectoral y en Sudáfrica conoció a jóvenes mozambiqueños que son llevados al país vecino, encerrados en el interior de minas de oro y dejados ahí durante cuatro meses.
«La historia que voy a contar está inspirada en esa esclavitud que se hace en la oscuridad, pero desde lo simbólico de cómo no vemos cómo el mundo sigue usando métodos tan bárbaros para usar la vida de otros», revela.
Del joven revolucionario blanco que se afilió al Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique) para hacer frente al colonialismo dice que queda la esencia: «Sólo cambió la edad. (Ese joven) es menos joven, pero continúa teniendo la misma actitud, pensando que es necesaria una revolución, no de romper el mundo, sino de hacer una revolución en el pensamiento».
«El modo de pensar este mundo tiene que ser más radical, no en el sentido de provocar más daños, sino en el sentido de cuestionar nuestro propio pensamiento, y lo que pasa alrededor», subraya.