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La pintora a la que un desnudo le costó ingresar en un convento

 05 febrero, 2022

Córdoba 5 feb. 2022

La pintora de la intimidad Aurelia Navarro Moreno (Pulianas, Granada, 1882-Córdoba, 1968), que acabó en un convento al no asumir su padre que se retratase desnuda, es rescatada del olvido con la primera exposición monográfica que se le dedica en Córdoba.

El Museo de Bellas Artes de Córdoba acoge hasta el 17 de abril cuarenta obras de las colecciones de la familia de la autora, cuyo trabajo «superó el sesgo sexista y el desprecio que la crítica cuando la pintura estaba firmada por una mujer», según comenta a EFE su director, José María Domenech.

En la exposición se muestran «sus diferentes registros plásticos y expresivos que definen la sensibilidad creadora de Aurelia Navarro», apunta Domenech.

«Aurelia Navarro. La poética de la intimidad» presenta uno de los dos desnudos femeninos que la marcaron, ‘Éxtasis’ (1916), que «tras su entrada en el convento les pareció a las hermanas de su congregación poco decoroso, al visitar su casa, y lo mutilaron, solo dejaron el busto de la protagonista, cercenando el resto del cuerpo», narra el responsable del museo.

Se cree, por las características de lo que queda de la pintura, que la obra acentuaba «el erotismo de la representación» y que podría plasmar una situación orgásmica, explica.

Este cuadro fue expuesto en el Centro Artístico de Granada en 1916, siete años antes de ingresar en Madrid en la congregación de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y la Caridad, en 1923. Pasó al menos también por conventos de Roma (1933) y Córdoba, durante la Guerra Civil (1936-1939) y desde 1964 hasta su fallecimiento.

No está en Córdoba el otro desnudo, el que se expone en la Casa de los Tiros, en Granada, «Desnudo de mujer», propiedad de la Diputación granadina, que lo adquirió en su día por 2.000 pesetas cuando le habría correspondido hacerse con él al Estado al haber obtenido una tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908.

Se trata de una pintura «más en la línea de Velázquez», apunta Domenech, y su «Venus del Espejo» y que, en opinión de la profesora titular de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid María Dolores Jiménez-Blanco, fue vista como un «peligro de su inminente perdición» por sus padres.

Estos le obligaron a regresar de Madrid a Granada, según escribió en el catálogo de la exposición «Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931)» -celebrada hace un año en el Museo del Prado, en el que sí pudo verse «Desnudo de mujer»- un proceso que acabó con la toma de los hábitos.

Durante la inauguración, Fernando Navarro, un otorrinolaringólogo jubilado, dijo en tono informal que su única cualidad para representar a la familia en el acto es ser «el sobrino bisnieto mayor» de Aurelia y recordó cómo jugaba con sus primos debajo de los cuadros en casa de sus abuelos, en la que se conservaban los que se exponen ahora y que ya se exhibieron en el Museo de la Casa de los Tiros.